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El origen del pan cocido está en Egipto, miles de años antes de Cristo, y son los romanos los que introducen el horno en Europa.
En aquella época no había levadura, que aparece en el siglo XVI, usada por los panaderos franceses, y la cocción se hacía bajo las cenizas. La forma era de torta de poco espesor, que se usaba como plato para servir y fuente para cortar la carne, cuyos jugos la impregnaban, y era frecuente consumirlos al final de las comidas como postre.

Ya en la Edad Media, nos situamos a orillas del Río Belelle, Norte de Galicia, España.
Este río forma en Neda el "Salto de la Fervenza". Usando la fuerza de su caudal aparecen varias e importantes industrias, entre ellas, los molinos de trigo.
Esta situación, sumada a la inmejorable calidad de las aguas del Belelle, dan nacimiento a la tradición panadera de la Villa.

A finales del siglo XVI, en 1588, Felipe II escoge Neda para asentar las llamadas "Casas Reales" -fábricas de bizcocho, y hornos de provisión-. La decisión se basó en la excelente comunicación de la Villa con el puerto de Ferrol y su antígua tradición panadera.

Ya se tenían las aguas del Belelle como las mejores del país para el blanqueo de hilazas, para la elaboración del pan y para la salud.
Así se fabrica en Neda, durante un siglo, la galleta o bizcocho para las armadas de los Reyes de España.

Con el paso de los años, ya en una época más moderna, en 1917, sale de la imprenta de "El Correo Gallego", un folleto de 16 páginas titulado "Estudio analítico, químico y bacteriológico del agua de La Fervenza", practicado por Don Santiago De La Iglesia, director del laboratorio municipal, por orden del Sr. Alcalde de Ferrol.
En este informe, se habla en detalle de las características químicas del agua, llegando a la conclusión que son "muy buenas" y en cuanto al número de bacterias se dice que es "extremadamente pura". Además, se encuentra la presencia de géneros pertenecientes a la familia de los hongos, entre estos los "pencilium". Un descubrimiento que contribuye a realzar los ya mencionados atributos de nuestro río.


Se afirma que las harinas fabricadas con dichas aguas adquieren calidades apreciables en blancura y sustancia.

En los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, a Neda se la puede considerar como la capital del trigo de Galicia

Desde aquellos tiempos nos trasladamos al siglo XXI. Ya no se muele el cereal con molinos de agua, pero aún se cuenta con inmejorables recursos tanto naturales como tradicionales, lo cual ha hecho que el Pan de Neda tenga registro de Marca de Calidad.

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